Juan era un muchacho como cualquier otro; a sus 21 años había terminado el colegio; estaba estudiando una carrera universitaria; no era particularmente brillante en sus estudios; pero amaba lo que estudiaba y eso le valía para soportar las materias más aburridas que tenía que estudiar. Había tenido tres novias; dos de sus relaciones tampoco habían sido particularmente especiales: una había sido en su época de colegio; desde noveno hasta undécimo; otra en el primer año de universidad pero sólo había durado un mes. En cambio la tercera, esta sí que era especial: era una chica hermosa, especial; llevaban juntos ya casi un año; pero estaban dispuestos a llevar su relación hasta el altar; o al menos eso es lo que ambos decían.

Hace cuatro meses; el día que cumplían seis de noviazgo; Juan le había preparado una cena especial a María; se esmeró cocinando todo lo que a ella le encantaba: una ensalada caprese como entrada, seguida de unos deliciosos spaguetti a la carbonara. De plato fuerte tenía filet de pescado a la plancha con salsa tártara y todo acompañado con un delicioso vino blanco. De postre un cheesecake que él mismo había preparado según la receta que su suegra le había brindado. Todo estaba decorado especialmente para la ocasión; él vestido elegantemente cual caballero esperando a la dama que le roba los suspiros. Al fin ella llegó; la velada especial comenzó; esa noche era mágica, especial; pero sobretodo, era una noche de ellos; y eso nadie se los podía quitar. Uno a uno fueron pasando todos los platos y ya era el momento del postre; sin lugar a dudas ambos han disfrutado la noche; pero más él, pues ha tenido la oportunidad de servirle a su amada, de cocinar para ella y de ver su cara de felicidad al probar cada platillo preparado con tanto amor.

- Voy por el postre amor.

- ¿Te ayudo o te espero aquí?

- Esperame; no tardo.

Un beso fugaz y él fue a buscar el delicioso postre, de acuerdo con la receta que la mamá de su reina le había brindado. Viene saliendo de la cocina con el recipiente en la mano, cuando de pronto en la sala se escucha un golpe y un tarareo de felicidad que se apaga. En ese momento la noche toma una oscuridad diferente; una que ya no invita al amor, al romanticismo, a la intimidad, sino una oscuridad con un aire de tragedia, el aire se torna denso; algo parece andar mal.

- Amor, ¿estás bien?

Sólo el silencio le responde; ella toma su celular y corre en su búsqueda; su sorpresa es terrible al encontrarlo tirado en la puerta de la cocina, al parecer inconsciente; se acerca rápidamente a su pecho temiendo lo peor; pero no, gracias a Dios su corazón sigue latiendo; pero, ¿qué le ha pasado? Está inconsciente. Su mente se nubla terriblemente, no sabe qué hacer; no tiene ni una sóla idea clara. Sabe que debe llamar a alguien, pero no sabe a quien. En realidad está segura que debe llamar a varias personas; pero no tiene ni idea del orden correcto para estas llamadas; debe pensar rápido; no sabe que está pasando, pero sabe que el tiempo perdido no se puede recuperar. Debe tomar una decisión ya. Lo hace: llama al 911; una voz casi robótica le contesta al otro lado:

- Usted se ha comunicado al servicio nacional de emergencias; dígame por favor, ¿cómo puedo ayudarle? ¿cuál es su emergencia?

- Él, él se ha caído, está inconsciente; no me habla.

- ¿Quién? ¿Qué ha pasado? ¿Cuál es su ubicación?

- Mi novio, estaba en la cocina y se cayó, lo he encontrado tirado en la puerta de la cocina.

- ¿Y cuál es su ubicación?

Joder, esto no lo había pensado; ella sabe como llegar ahí; pero no sabe dar su dirección; todas las veces que ha ido, su novio la acompaña hasta su hogar o le pide un taxi; pero no tiene ni idea de la dirección.

- Un momento señorita, necesito ayuda, no sé cuál es la dirección.

Sale en carreras hacia la calle con la esperanza de ver algún vecino, o un transeúnte a quien preguntarle la dirección de aquel lugar. En eso, ve a una vecina sacando la basura; corre hacia donde ella; de forma rápida le explica la situación y le pide que le de la dirección a la encargada de emergencias que está al otro lado de la línea. Esta accede y le devuelve el teléfono.

- Perfecto señorita, en momentos estaremos allí. Por favor no lo levante, si despierta dele agua y espere por nosotros.

Cada segundo que pasa es una tortura para ella; no sabe que está pasando; sólo sabe que está perdiendo tiempo valioso que podría tener costos impagables; sabe que estos segundos podrían incluso costarle la … No quiere ni pensarlo. ¿Dónde está la maldita ambulancia? ¿Por qué tarda tanto?

Al fin llega, toman a su novio, lo meten al vehículo de emergencias y lo llevan al hospital; ella lo acompaña, y de camino llama a todos los que piensa que debe llamar; y a la vez reza por la salud de su amado; no sabe que ha pasado; pero algo en su interior la hace presentir que tal vez no todo esté bien.

Al fin ha llegado el día; en el hospital de forma muy seria le dijeron que para esta cita tenía que ir con su mamá; no sabe que le van a decir; pero ambos están terriblemente nerviosos. Han pasado cuatro meses desde la que sería aquella cena especial; pero que terminó de forma accidentada; y aún desconocen el porqué. Cada día ama más a su novia, pero ya hasta le da miedo estar con ella. Desde aquella noche; se ha desmayado en su presencia dos veces más, y esto a ella la asusta mucho. Esta situación cada vez se pone más insoportable. Él siempre trata de tranquilizarla, pero ella ya no está muy segura de creerle las excusas que siempre se inventa. Ambos se aman y se han jurado amor eterno, pero esta es una de esas situaciones en las que no sabemos cuánto puede significar la palabra eternidad.

A pesar de los nervios, él mantiene su rostro alegre y una sonrisa siempre en su cara; incluso se ha atrevido a bromear con su mamá dictándole una especie de testamento donde deja a su hámster Terry en posesión de su novia, para que esta lo recuerde. Su madre se enoja y le golpea suavemente en el hombro; temiendo lo que los doctores le vayan a decir en esa cita.

Ella ni idea tiene la importancia de la cita en la que él anda en este momento; le dijo que era una cita de rutina, probablemente la última para descartar cualquier cosa que haya tenido en los meses anteriores; pues, según le ha dicho; ya tiene un mes de no desmayarse repentinamente (al menos no en su presencia). Ella, feliz, le prepara su regalo por los diez meses de noviazgo; sin lugar a dudas, son una pareja feliz; ambos se aman, ambos sienten que están viviendo un sueño del cual no quieren despertar; y el cual están seguros de que llevarán hasta el altar. Esa mañana fue a la veterinaria, compró un hámster hembra, le ató un lazo en forma de regalo, y lo puso en el laberinto que había comprado en la semana anterior; ese que compartiría con Terry; y en el que, estaba segura, tendría hermosos bebés hámsters. Esperaba que estos hermosos hámsters inspiraran la fecunda historia de amor que ha nacido entre ellos y los ayudarán a llevarla a feliz culmen, formando algún día una hermosa familia.

- Pasen por aquí por favor; estábamos esperando.

Aquel lugar no podía ser más terrible; cinco doctores, su madre, él y una atmósfera cargada de negativismo; una vez que puso un pie dentro de ese lugar, sabía que no saldría igual de ahí; sin embargo, tenía que mantener su sonrisa para intentar tranquilizar a su madre, quien tuvo que pedir un vaso de agua para tranquilizarse apenas entró a aquel lugar. Llevaba el vaso apenas por la mitad, cuando Juan tomó la palabra:

- Estamos aquí doctor, doctores. Díganos; ¿cuál es el resultado? ¿qué tengo? ¿qué debo hacer?

- Siento mucho darle esta noticia Juan, usted es un joven valiente, un joven especial, con un futuro promisorio, pero la vida es caprichosa; y hoy, debo ser yo el encargado de dar las malas noticias.

- NOOOOOOOOOOOOOOOOO. El grito de su madre carga aún más el pesado aire de aquel lugar, y el vaso vacío cae al suelo quebrándose en mil pedazos; anticipo del estado de su corazón unos segundos después.

- Tranquila mamá, yo estoy bien; y cualquiera que sea el resultado, lo sabremos llevar entre los cuatro: María, Dios, vos y yo. Te amo mamá, pero ya sabíamos que cualquier cosa podía pasar. Díganos doctor.

- Usted tiene cancer en etapa terminal. Este ha iniciado en el colon y se ha extendido por el sistema digestivo; temo decirle que le quedan aproximadamente cuatro meses de vida. Para tratar de que estos sean lo mejor posible debemos empezar con tratamiento mañana mismo.

- Ves mamá, podría ser peor. Aún me tendrás cuatro meses más; no moriré mañana.

Su madre, en medio del llanto, logra esbozar una sonrisa. Juan sigue manteniéndose positivo; tiene que ser el soporte para aquella mujer que tanto le ha dado durante toda su vida; además, tiene que buscar el momento para contarle a su amada María; pero ese momento definitivamente no puede ser hoy.

- Gracias doctores. Mamá, vamos a casa, porque hoy es un día especial y necesito que te vistás para la ocasión; hoy llega María y va a cenar con nosotros, recuerda. No quiero que estés triste; ya le contaré yo a ella, pero no será hoy. Te amo mamá, anímate. Vamos.